Boletin del Día

Fueron definitivos los fallos de Varane, pero no sólo fue Varane. Salvó un instante, el Madrid no fue mejor que el City y tembló demasiado en defensa cuando se supone que era su virtud. Faltaba Ramos, pero faltó algo más que Ramos, algo colectivo que no explica sólo su carácter. No hubo reacción en la segunda parte, ni agresividad alguna. Zidane pierde en Europa por primera vez. La flor es vulnerada.

Vayamos al inicio. Zidane salía ofensivo: Hazard y Rodrygo para incidir en la debilidad del City, que era el lateral izquierdo. Guardiola volvía al falso nueve, Foden, una forma de sumar otro centrocampista a los tres puros que tenía detrás, más Fernandinho (cinco) en la salida. Control interior del juego y la pelota y presión invasiva inicial. Tan fuerte que fue decisiva en el minuto 9, cuando Gabriel Jesús, de nuevo escorado, como en la ida, presionó a Varane, que le cedió torpemente la pelota. El pase lo aprovechó Sterling, solo, para marcar.

El partido entró en una fase local. Era como un mantel (azul) extendido por el City en todo el campo. A esa mejor colocación se le sumaba, como si el equipo fuera un pinball perfecto, una circulación fluida, electrizada.

El Madrid acusó el gol unos minutos, errático y sin la pelota. Hubo un chut de Sterling desde fuera en el 15, y luego Casemiro le birló otra ocasión.

El Madrid seguía teniendo que meter dos goles, no cambiaba mucho, pero antes tenía que encontrar la pelota.

En la grada se hacía notar Ramos, con ascendiente de entrenador. Con sus tatuajes, parece ilustrado por Gustavo Doré.

En el City se notaba el runrún filosófico de Lillo. Es un equipo muy pensado, afilado, cerebral, entre geométrico y automático. Eso es innegable.

A la altura del minuto 20, el Madrid reaccionó. Quiso tener la pelota más, buscó a Hazard, que la pidió, la quiso, aunque lejos, más especulativo que incisivo. Pero en el 21 ya encontró a Benzema para que chutara con peligro, y luego chutó él mismo en el 22. En ese minuto también vimos a Rodrygo encarando con éxito a Cancelo.

Mejoró también el Madrid su salida haciendo bajar más a Kroos, lo que solucionó unos minutos el cortocircuito inicial del juego.

Así que el gol del 28 no fue casual. Había un trabajo previo que fructificó en la jugada entre Benzema, que inició la prospección fuera del área, y Rodrygo, que le puso el balón para que rematara.

El empate devolvió al mejor Madrid, ese Madrid liguero postconfinamiento. Un hecho era evidente: De Bruyne aún no estaba dando el recital de la ida. Se percibía la solidez defensiva del Madrid, pese a los fallos y balbuceos (no solo tembló Varane). Se notaba, en suma, su fortificación alrededor de Casemiro.

El Madrid mejoraba, Hazard quería la pelota y atraía el juego, lo quería construir desde lejos. El mantel azul extendido del City se había convertido en la megaconstrucción blanca (rosa en Manchester), en esa especie de plataforma petrolífera pelotera desde Benzema a Casemiro, el compacto equipo visto en Liga.

El City repuntó antes del descanso, quizás por el cansancio y la economía de esfuerzos del veterano Madrid, que parece un Wyatt Earp guardando la única bala que sabe que tiene.

Foden tuvo una ocasión en el 42 y De Bruyne intentó un gol olímpico, pero el Madrid llegó al descanso vivo y reencontrado.

Del descanso, eso sí, salió un poco blando y la pareja De Bruyne-Sterling le tuvo que poner la primera banderilla con una buena ocasión.

Quería ser importante Varane con su salida zurda, aunque la única claridad real la tenía el Madrid cuando Rodrygo encaraba a Cancelo. En cierto modo, era un equipo unidimensional, pero se iba poniendo en su sitio serio, paulatino. La voz de Ramos lo jaleaba flamencamente en la grada.

Pese a la sofisticación táctica del City (el diabólico movimiento de Jesús estirando el juego, por ejemplo) y las llegadas de Sterling o De Bruyne, la sensación era que el Madrid se iba sintiendo cómodo con esa dosis de sufrimiento, con esa cierta agonía defensiva, y que devolvería el golpe en su debido momento, aunque eso significara soltar a De Bruyne, que ya empezaba a imperar en el juego.

En el 60 entró Asensio por Rodrygo. En el 62 llegó una ocasión de Benzema, otra en el 63. Courtois, de nuevo importante, paró después un gran tiro de Gabriel Jesús, pero no pudo evitar el gol cuando Varane volvió a fallar estrepitosamente en una cesión que aprovechó el brasileño.

Será fácil personalizar, será inevitable, pero un balón largo de De Bruyne y un movimiento hacia fuera del nueve bastó para hacer temblar la defensa. No fue la mejor de Europa, como se llegó a presumir. La movilidad atacante del City fue un incordio constante; llegaron más de 15 veces. El Madrid, que había estado esperando a la madurez del partido para que se revelara su flor, la gran baraka europea, ya no recuperó la pelota y bastante tuvo con no dejarse zarandear del todo. El partido, llevado como siempre a la zona de riesgo por la mágica flema de Zizú, no le dio la oportunidad de otras veces por la superior calidad táctica e individual del rival. De Bruyne volvía a ser un espectáculo, y lo que bastó en España no alcanzaba en Europa.

La pasividad del Madrid, entregado, daba lugar al reproche. ¿Por qué no jugaban Vinicius o Valverde, la sangre joven? Una zidanada, quizás. Salieron Lucas, Jovic y Valverde, pero tarde, en el 83. No hubo respuesta ya, ni pulso. Y algo faltó, en general, porque ni faltas hubo.

Se recordarán los fallos garrafales de Varane, pero no debería olvidarse que el City de Guardiola, ya sin Cristiano enfrente (y sin Ramos), fue mejor aquí y allí.

Publicaciones Relacionadas

Usar rayos cósmicos para sincronizar dispositivos

Boletin del día

Morena en el Senado reconoce que inseguridad es el principal reclamo de mexicanos

Boletin del día

Científicos descubren casos humanos de hepatitis E provocada por virus de ratas

Boletin del día